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Shiros

  • Foto del escritor: Johan Chavarría García
    Johan Chavarría García
  • 28 abr
  • 5 Min. de lectura

Actualizado: 12 may

  (johanchg2020@gmail.com; j._perfidio) 


A 138 metros de distancia con el suelo, puedo comprender por qué Shiros está devastada. Puedo comprender cómo es que sus habitantes se han convertido en muertos vivientes. Con esta perspectiva de observador lejano, apenas si los puedo distinguir. He caminado con ellos; atrás de ellos, delante de ellos, a sus costados, y no miran al otro ni lo reconocen. A esta distancia, las multitudes son las mismas que cuando camino entre ellos, sin poderlos reconocer, porque siempre es una persona diferente la que camina a tu lado (porque la anterior se desvió para adquirir la última moda), pero el sentimiento de multitud y aglomeración es el mismo, aunque las personas a tu alrededor sean cíclicas.   




De lo que estoy seguro es que caminan y resisten las tempestades que la Autoridad Suprema les ha provocado. De cerca, se puede sentir su felicidad de caminar por las calles céntricas de Shiros. Apenas si se alcanza a distinguir el movimiento de las multitudes; se camuflan entre las nubes de smog (a 20 metros de distancia con el suelo) y se mueven, es seguro. Van juntas las multitudes y el smog como una sola entidad. Por eso, el movimiento de uno se puede ocultar en el movimiento del otro sin saberlo. 




Al costado de la aglomeración se encuentra una botella plástica que se une a otras botellas. Y así pasan el tiempo aquellos que manejan, encerrados en cuadrados: el primero es de cinco automóviles por cinco; luego la calle se achica y solo caben cuatro automóviles por cuatro, luego tres por tres, dos por dos, hasta que un automóvil es escupido por el gran cuello de botella, entra a la próxima botella y vuelve a estar en el cuadrado de cinco por cinco.


Las ordenanzas de la ASUP están demostrando que provocan guerras, contaminación y, lo peor de todo… mercancías.

Quizá el ambiente marciano provocó la instauración de la ASUP, y ahora tiene el poder de todo, así que lo aceptamos (solo pude llegar a observar; el pasado dejó de importar). Quizá sea el smog. O la cercanía con Júpiter y la lejanía con el Sol. Pero las personas parecen estar obligadas a comprar.

Los puedo imaginar ahora mismo. Me puedo colocar en medio de esa masa y verlos comprar el último accesorio de moda (una nave espacial de juguete que orbita alrededor de la muñeca, luego se suspende sobre la cabeza para volver a la muñeca, suspenderse y bajar), que mañana será olvidado y reemplazado por otra cosa que intentará llenar un vacío en aquel que compra.


Desde arriba, puedo ver la información que se pierde desde abajo. En el prado metropolitano, los edificios son como piezas de dominó: delimitan por dónde van a caminar las multitudes, los atajos y los callejones.


En el gris del smog pasa un bombardero. Suelta una bomba que empuja un edificio y lo hace caer. Empuja a otro y, así sucesivamente, caen cinco. Y abajo, nadie se inmuta.

Por la Avenida Fábrica de Botellas se distingue un punto que sale corriendo de un edificio; detrás de él, frente a él, detrás de él, hay muchos puntos que se mueven entre los coches. Corren y huyen de otros puntos que los persiguen. Corren. Son atrapados. Huyen. Llega el automóvil flotador (de uso exclusivo) de la ASUP, que lanza su reflector a los ladrones, y el smog se disipa un poco para ver la acción.


Los edificios caen. Hay robos múltiples. La fábrica de botellas de plástico produce sin parar botellas y smog. Los automóviles avanzan tan poco y las multitudes siguen caminando y comprando, comprando y caminando.

Ah… Marte. Lo que alguna vez fue la última esperanza de la humanidad. Shiros… la irrealidad que sí pudo llegar a ser.


Me siento ensimismado por un lugar al que no pertenezco. Nací en Marte. Soy marciano con todas sus letras. Todos somos marcianos. No hay ningún terrícola, no hay historia terrícola (ni marciana). Las modas, los días, los incidentes… La vida misma se volvió tan instantánea que el pasado dejó de importar cada vez más. El presente desechable reclama atención.

Hoy es la moda de la nave orbital; ayer, las pelotas magnéticas a gran escala; antier, los zapatos magnéticos. Mañana… no lo sé. Será descubierto mañana cuando camine entre ellos y vea lo que compran mientras caminan.




Con tantas distracciones, pueden seguir caminando y no darse cuenta de que el smog ya está a diez metros del suelo. No miran que hay miles de automóviles detenidos, que, si levantan la vista al cielo, verán el reflector apuntando a los autos detenidos y, de fondo, los bombarderos dirigiéndose a los edificios para atacarlos en estrategia de dominó.


Los intelectuales piensan que el rumbo de Shiros puede cambiar. Siguen indagando en cómo detener la guerra, disminuir la producción de mercancías basura, mejorar el flujo vehicular, hacer que los robos paren. Entonces, piensan que Shiros mejorará, que ahora sí la ASUP respetará los acuerdos alcanzados para solucionar los problemas.


La ASUP siempre muestra evidencias falsas. Dicen que esos problemas protestados ya están resueltos; y así, los intelectuales pueden codearse con sus colegas y presumir lo conseguido, cuando en realidad la gente sigue ahí abajo caminando, otros en sus automóviles generando el smog que nos cobija por los largos días marcianos.


¿Y la Tierra? 


Los rumores se cuentan ahí, donde las personas se relatan historias entre sí, mientras caminan por los valles inhabitados de Marte. Se recuerdan unos a otros cómo había terminado la Tierra.

Y así es como lo narran: en la Tierra, los monarcas (la ASUP, en forma de organización masiva de control) mantenían un sistema plutocrático (la ASUP como controladora de las masas), que llegó al punto de crear guerras entre países, acumulación de riqueza, desigualdad, caos, suicidios. Y los plutócratas (dirigentes de la ASUP) disfrutaban de ser superiores a las multitudes. Aunque, en el fondo, también caminaban y compraban, del mismo modo que las masas. Solo que lo hacían entre los suyos: caminaban y compraban entre masas de plutócratas, pero no lo veían.

La ASUP sabe que la población debe mantenerse distraída. Si algún día pudieran llegar a reconocerse en el otro, sabrían que la ASUP no es necesaria. Que podrían ser otros caminantes, como los que están a las orillas de Shiros.

Reconocerían que la ASUP no es necesaria, que sin la manía compulsiva de comprar sí hay un mañana.


En un lugar como Marte, un nicho de personas que son capaces de reconocerse en el otro podrían consolidar un mundo. Y si se hicieran muchos nichos, aquí en Shiros, afuera de Shiros, serían muchos mundos cohabitando en un gran mundo marciano. 

Imaginar un mundo después de Shiros es complicado cuando están sucediendo tantas cosas en un mismo momento, cuando lo que pasa hoy sucede todos los días. Imaginar un mundo donde esto deje de existir es complicado; plasmarlo en palabras lo es más.

Tantas veces he subido a este edificio, y siempre pasa lo mismo. Quizá un día caigan más, o menos, edificios, pero un edificio tiene que caer diariamente. Eso es seguro. Este no ha caído por ser el más alto, por estar en el centro de Shiros, donde, si algún día llegase la guerra, sería el fin.

Por eso estoy aquí, tan lejos del suelo, comprendiendo por qué Shiros está devastada, sabiendo que algún día ese bombardero ya no irá al prado metropolitano y se quedará planeando sobre este edificio.


Si salto (antes de que llegue el bombardero), ¿Qué valor tendría mi vida para la ASUP ? Y,  viceversa, si no salto, ¿Qué valor tendría mi vida para la ASUP?

Así que… 

¿Será la lejanía con el Sol, y la cercanía con Júpiter? ¿La ASUP que manejaba todo? ¿Las multitudes empeñadas en seguir caminando y comprando?  ¿Los que prefieren manejar las fábricas de smog? ¿Es el smog que ya está a cinco metros de distancia con el suelo? 

¿O fue todo ese cúmulo de cosas pasando en todo momento y a toda hora…?  


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