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La Fama: Simulación y privilegio de las estrellas

  • Foto del escritor: Aron Manzo
    Aron Manzo
  • 28 abr
  • 15 Min. de lectura

Actualizado: 12 may

“De todo menos famoso”, a menos de unos días de que acabe el año, Bad Bunny aparece de su “retiro” para anunciar lo que parece ser su próximo álbum. Pero qué se esconde detrás de este tentatorio título, ¿Qué es la fama y por qué la estrella más mediática de nuestros tiempos quiere renunciar a ella? ¿Cómo se relaciona la posición de estrella del espectáculo con una ya agotada fórmula hedonista? ¿Es acaso el triunfo de una oculta depresión expresa en toda nuestra cultura popular? Y ¿Tienen las estrellas alguna salida a la simulación? 

El propósito de este escrito es responder a todas estas preguntas desde la posición del simulacro, a partir de aquella hiperrealidad que Jean Budrillar describiría en los bajos 70´s. Pero no solo mediante dicha concepción, pues si ante todo la fama es un simulacro, es menester entender los objetos a los cuales ha mimetizado arbitrariamente. Siendo que la fama como hoy la conocemos es un esfuerzo de la industria cultural capitalistas por generar un modelo inalcanzable de vida, donde el éxtasis es estandarizado y empaquetado en dosis de fiesta sin cualidad ritual, sin inmanencia alguna que alcance su arcaica función religiosa. A su vez, nuestra descripción de la fama estaría incompleta sin abordar lo que entendemos como una estrella mediática, un estandarte de la cultura que se postra idílicamente sobre la impronta “podrías ser tú”, para ello Guy Debord nos guiará bajo su figura espectacular.


  1. Estrellas y simulacro


Fama, le podemos entender como una cierta reputación que se le da algo, un rumor que se extiende alrededor de los individuos que a la postre se vuelven estrellas. Alguien que es famoso necesariamente debe ser conocido por el grueso de la población, es un tótem al cual si bien, no todos le rinden pleitesía, si un grupo lo suficientemente voluminoso como para que se le sea reconocido.

El mito usual tras la fama es que esta se da en relación con el mérito de la estrella, con cualidades las cuales le hacen ser único, un representante de un estilo de vida. La cuestión es que no son únicos, no representan un estilo de vida alternativo al del empleado asalariado, sino que son explotados en la misma medida en que poseen el estatus de estrellas, la fama no es más que un mecanismo que crea una única simulación que se expande en todo el espectro de lo famoso.


La condición de estrella del espectáculo es la especialización de la vivencia aparente, objeto de identificación con la vida aparente y sin profundidad que ha de compensar la fragmentación de las especializaciones productivas efectivamente experimentadas. Las estrellas del espectáculo existen como figuras de diversos tipos de estilos de vida y de comprensión de la sociedad, libres para ser desempeñadas en un nivel global. Encarnan el resultado inaccesible del trabajo social […]El representante del espectáculo unificado (la estrella del espectáculo) es lo contrario del individuo, el enemigo del individuo tanto para sí mismo como para los demás. Al desplazarse hacia el espectáculo como modelo de identificación, el individuo ha renunciado a toda cualidad autónoma para identificarse con la ley general de la obediencia al curso establecido de las cosas en cuanto tal. Las estrellas del consumo, siendo exteriormente la representación de diversos tipos de personalidad, muestran cada uno de estos tipos como si tuvieran acceso igualitario a la totalidad del consumo, encontrando en ello su felicidad de maneras similares.


En el espectáculo las relaciones entre los individuos se dan mediadas por imágenes, por apariencias o mejor dicho representaciones de las cosas que constituyen una realidad independiente, una realidad alienada en la que, como el nombre de espectáculo refiere, se deja a los individuos como meros espectadores, receptores de lo que enfrente se les presenta.


El espectáculo es una representación, pero a su vez es la vida misma, no obstante, siempre hay una forma de romper con la realidad establecida. La lucha por la vida cotidiana es una de las improntas de Debord y del Situacionismo en general, pero que es esta lucha sino la búsqueda de un estilo de vida alternativo.

Como menciona Debord, las estrellas del espectáculo representan estilos de vida, una apariencia de ciertos tipos de vida alternativos. Desde el glam en los 80´s hasta la estética del gangsta rap en los 90´s y 00´, el mito del rockstar muta a través de los géneros, no anclándose a ningún sentido más que al de la vanidad y hedonismo reprimidos. Pese a que, en un inicio, las estrellas espectaculares creen una especie de modelo de buenas costumbres (no más que un recipiente para mostrar el estándar de vida que el arte de consumo podría prodigar), con el pasar del tiempo una transgresión atenuada reino por sobre estos escaparates. 


Pensemos en la época de Debord, los altos 60’s, principios de la década subsecuente, lo que el situacionista tiene en mente al momento de hablar de estrellas, son a las grandes luminarias de Hollywood, esa primera generación de estrellas de cine mudo que parecían convertir a los Ángeles en un mundo alterno al nuestro. Un buen ejemplo de esto es Babylon (2022) película dirigida por Damien Chazelle que precisamente retrata la época en que el cine transición de ser mudo a contar con sonido, en donde vemos como las que antes eran estrellas relevantes, ahora no son más que bosquejos de glorias pasadas.

La película, a pesar de no ser históricamente exacta, refleja en espíritu la esencia de Hollywood como espectáculo y su star system. Desde la primera escena se nos recalca que no todos pueden pertenecer a este círculo, no al menos que estén dispuestos a renunciar a sí mismos; claro ejemplo de esto lo tenemos en dos de los personajes principales: Manny, un empleado de servicio en las fiestas de estos excéntricos actores, actrices, productores y acompañantes, muere por estar dentro del cine, de ser parte de la producción, sin embargo, cuando intenta hacerlo es rechazado por su origen (chicano). Por otro lado, tenemos a Nellie LeRoy, quien llega a una de las fiestas colándose, ganándose a todos en el lugar por medio de su personalidad atrevida y sensual.


Aunque distantes, ambos comparten la misma ambición meritócrata, alcanzar la fama. Como habíamos empezado a proponer, más allá de su sentido sustantivo, el que alguien sea famoso implica que tiene una cierta reputación, un rumor que se expande y configura una idea abstracta de lo que constituye al individuo famoso, idea que al elevar al carácter de estrella preconfigura el molde con el que se le va a vender. Tanto Manny como Nellie alcanzan la fama en sus respectivos rubros, el primero volviéndose un prominente productor que incluso enmascara sus raíces reivindicandose hacia la península ibérica; mientras que la segunda triunfa gracias a su irreverencia, pero al momento de dar el salto a los filmes sonoros, se le exige que adopte una fase más sofisticada. Entre dramas victorianos y la incesante presión de Manny porque refine sus andanzas, Nellie sucumbe ante la salida del placer inmediato, cayendo en deudas de juego que le llevaran a la muerte y a que Manny pierda también su posición al intentar escapar siendo atrapados por la mafia. 


Este escueto resumen de la película quizá no de mucha luz del argumento de la misma, sin embargo, en esencia sirve para ilustrar nuestro punto. Las estrellas no son eternas, pues cual, si de un celular se tratase, encuentran su ocaso ya programado en su éxito. El capitalismo implica consumo y el consumo implica hartazgo. Aunque reciclado, la forma en que este consumo se da no es constante, siempre requiere la novedad que surge de lo que le escapa, para con ello, poder renovar su arsenal de alternativas que a la postre, máquina en nuevos envases y espectáculos que mostrar, Nellie y en general ese Hollywood de los 30’s muestran esto. Pese a que la vida bohemia siempre ha parecido una salida al mundo del capital, donde el trabajo parece desaparecer al “hacer lo que se ama”, solo es una nueva forma de disponer de las existencias, un nuevo puesto que se requiere ocupar, tan especializado como un médico u abogado, la estrella del espectáculo está obligada a cumplir su papel en este gran teatro.


En este sentido, lo que hasta ahora hemos descrito es el proceso mediante el cual, la figura de estrella se forma. Pero las cosas han cambiado desde hace ya un rato, dentro de sus tantos escollos, por lo menos la estrella de Debord podría defenderse en la medida en que aún se nutre de la experiencia real de una vida alternativa a la vida del asalariado, misma que a la postre se fue corrompiendo a la vez que fue adoptando nuevos rasgos. El hedonismo dejó de ser una cuestión privada, exhibiéndose como parte constitutiva del mundo del espectáculo, a tal grado que incluso parece un desenfreno irreal, un éxtasis tan amargo que deja de ser creíble que un individuo sea capaz de disfrutar esa cantidad de cambios en su química cerebral o que incluso encuentre algún grado de inmanencia en todo lo que el mundo refleja, así las estrellas dejan de vivir en el mero espectáculo para habitar una simulación.


No se trata en semejante experiencia ni de secreto ni de perversión, sino de una especie de escalofrío de lo real, o de una estética de lo hiperreal […] Placer por exceso de sentido precisamente cuando el nivel del signo desciende por debajo de la línea de flotación habitual del sentido: la filmación exalta lo insignificante, en ella vemos lo que lo real no ha sido nunca (pero «como si estuviera usted allí»), sin la distancia de la perspectiva y de nuestra visión en profundidad (pero «más real que la vida misma»). Gozo de la simulación microscópica que hace circular lo real hacia lo hiperreal

Lo hiperreal según Budrillar, se da cuando en vez de tener componentes reales con los cuales conformar la realidad (incluidas las imágenes que aún poseen un referente), lo único que subsiste son los modelos de las experiencias, objetos e individuos a los que pretenden referirSin embargo, al serles retiradas su cualidad objetiva, son simples representaciones, conceptos de cosas que concretan su propia realidad flotante, en la que ya no hay más que abstracción.


La fama en sí misma es ya un simulacro, esto ya que la reputación no surge de un talento espontáneamente descubierto o de un arduo trabajo, si no que el rumor es esparcido por las grandes corporaciones, por estudios de mercado invisibles que se expanden a través del algoritmo, mismo que al notar la especificidad de tus gustos (de lo que te hace reír o conmueve) estandariza las relaciones que tenemos con los productos, que al ya no poderlas llamar cosa, dejan de entrar en una relación profunda e íntima con nosotros. 

Si bien las palabras de Budrillar refieren a los reality shows de televisión, considero que se puede decir lo mismo hoy con las redes sociales, este ímpetu por mostrar la vida propia bajo un halo de realidad no vivida está presente en las recetas de postres saludables hechas con plátano y yogurt griego, los GRWM de vestuarios impresionantes que cuesta creer que se mantengan así el grueso del día o el sin número de situaciones ejemplificadas con audios que solo dios sabe si ocurren realmente. Referencias de referencias en que incluso la diferencia sujeto-objeto se disuelve, pero no para revelar un fondo común, sino que más bien todos terminamos siendo objetos para un ser intangible, surgiendo la pregunta, ¿Para quién somos representables?


El ”tú también puedes ser famoso” impera en la narrativa del estrellato desde sus inicios, la fama es aquella esperanza de quienes la cultura popular les prometió algún día el reconocimiento de ser y desempeñarse según sus disposiciones. De los artistas, cómicos o simples personajes de la vida cotidiana que escapan de lo común, terminan siendo juguetes en serie de lo extraordinario. Incluso las estrellas emergentes y ya existentes deben cumplir ahora con el rigor del videoblog, dar una apariencia de regularidad en sus vidas, ya sea que las disfruten o no.

Más allá de las vidas idílicas de Instagram, hay otra contraparte de la fama que no pretende moralizar, que incluso se sirve de la transgresión de la norma para estandarizar sus usos. Lo que antes habíamos denominado “rockstar” es el emplazamiento del éxtasis en su máxima expresión. Cuando alguien es rockstar no puede dejar de serlo, no puede tomarse un descanso del exceso y la bohemia, incluso de llevarlo a su límite sin que esto repercuta en su posición de estrella, es quizá el único trabajo en el que es obligatorio estar dopado (más allá de ser voluntario en pruebas de narcóticos claro), la fiesta se vuelve una obligación, desencadenando brutales consecuencias en los sujetos que son víctimas de exceso de simulación, de falta de realidad auténtica, esclavos de la fama a final de cuentas. 


  1. Hedonismo y pasados difusos 


En un mundo hiperestimulado lo único que esperamos es el fin de semana para salir a bailar, es curioso que todas las grandes revoluciones musicales estén relacionadas con una cierta práctica corporal, ya sea el arrebato violento del mosh pit o el tintinear del perreo, el choque de cuerpos es necesario para la fusión. Los bailes y prácticas corpóreas son parte de la configuración simbólica de una cultura alternativa, los elementos constituyen una identidad subjetiva única que propicia la comunidad de sus miembros, para así finalmente conformar un estilo de vida particular; un beyako experimenta la vida distinta a quien cree que Nosferatu habita en su alma. La cultura modifica nuestra subjetividad tanto como las sustancias de nuestro cerebro, la naturaleza misma es mutación e influencia constante de elementos que chocan entre sí cuál átomos.

Este choque ha de efectuarse de forma libre y aleatoria, tal cual sucede en la vida cotidiana. Las culturas de la resistencia surgen siempre de la podredumbre del mundo, de la modernidad asfixiante que ha llegado a su límite, donde la fiesta es realmente fiesta y no solo un mercado de fantasías. La industria musical, especialmente la parte que organiza los recitales, esa enorme maquinaria que mueve a cientos de personas que no ven reflejadas sus fuerzas en la obra que realizan. El trabajo queda invisibilizado en nombre de la empresa, de la máscara del artista de turno; solo de imaginar la logística que implica la realización de un festival como Coachella o si a nuestros lares vamos, un Vive Latino u Corona capital, ver reunidas las miles de manos que son utilizadas para este faraónico ritual al dinero, es impresionante. 


La obra terminada es abismal, la construcción de una ceremonia de hedonismo constreñido, impedido de su capacidad para transgredir más allá de los límites del propio festival, quizá ahí radique la diferencia entre la fiesta y el festival, en que uno libera las tensiones del mundo del trabajo para la religación, mientras el otro es la continuación del trabajo mismo; es cual ir de vacación y regresar cansado. En el mundo del consumo (que es una acción), constantemente se debe estar ofertando.

El vicio no queda exento de esta operación, el goce necesita un combustible y ese son los excesos, de cualquier tipo, ya sean sustancias o placeres perversos, lujos o sexo, estos deleites son los que gobiernan la esfera del deseo moderno. 


El ánimo digitalmente mejorado que nos transmiten los discos de productores como Flo Rida, Pitbull y will.i.am resulta como una imagen pobremente retocada o como una droga que hemos consumido tanto que nos hemos vuelto inmunes a sus efectos. Es difícil no escuchar la demanda de diversión que nos plantean estos discos como flacos intentos de distraernos de una depresión que solo pueden enmascarar pero nunca disipar […] estamos tan abrumados por las demandas incesantes de las comunicaciones digitales, estamos simplemente demasiado ocupados para dedicarnos a las artes del goce: los placeres tienen que darse de una forma hiperbólica y no escandalosa, para que rápidamente podamos regresar a chequear los correos electrónicos o las actualizaciones de las redes sociales.

Mark Fisher en Los fantasmas de mi vida (2013) plantea a la hauntología como una especie de trauma cultural, una no-presencia que, dada su materialización corpórea, adopta un carácter intangible que, pese a que nuestro tacto no poder alcanzarla, su injerencia sobre nuestra sensibilidad es inminente.


 Freud escribía que la repetición presente en el trauma era dada como un sistema de defensa de la psique ante las experiencias adversas. Así, el uroboros funge de sedante ante la posible vuelta del sentimiento de dolor, es decir, que se adquiere control sobre la situación en la medida en que nos familiarizamos con ello. Sin embargo, como todo narcótico que ejerce un control sobre una potencia del cuerpo, este termina por generar resistencia, haciendo que el mal persista por alta que sea la dosis. 

Lo mismo ocurre con el hedonismo en la cultura musical y el entretenimiento. Los años 60's trajeron consigo un auge por la experimentación con los psicodélicos, los ritmos rebeldes y la liberación sexual, todos esos éxtasis que habían estado destinados a la esfera ritual privada de la antigüedad, encontraban su propio camino dentro de la urbe, cosas como Woodstock o Avándaro son prueba de ello, pero no son el único caso. En el under el espíritu de la fiesta persiste, en los sonideros que cierran calles de colonias populares y las tocadas dentro de patios del Estado de México, el exceso es aún empleado en su ordenamiento ritual. 


Sin embargo, estos espacios siempre han sido perseguidos, cambiando de nombre hasta convertirse en no más que remansos de nostalgia, se convierten así las discotecas en antros góticos en la roma y los predios irregulares pasan a ser lugares de alta gala donde los suplementos son consumidos de la misma forma, pero al doble de precio. Las estrellas consolidadas deben ser parte de este modelo de negocio, elevando el sueño de los placeres hedónicos inagotables a alturas cada vez más inalcanzables. El sueño del mérito es aún más efectivo de esta forma, se salva la estrella más no la comunidad a la que pertenece, pues, es como si al tocar el éxito entrase en una esfera del mundo desconocida por el ciudadano de a pie, un paraíso que se convierte en una dimensión extraña al momento de dar cuenta de su papel.

Esto se ve claramente reflejado en el género urbano, donde la destreza está simplemente en imitar el molde del momento, molde creado con la libertad que el arte ofrece, pero con la recodificación de la fama, ya no es el artista quien moldea su estrellato, si no que el estrellato le moldea bajo los estándares del momento, pervirtiendo así cualquier rasgo de identificación con la comunidad cultural que representa. Se blanquean con tal de entrar en el mundo de lo común, de lo cotidiano y que está en el imaginario de “todo el mundo” , esa obsolescencia abstracta que no representa la sensibilidad a las que pretende satisfacer.


  1. El privilegio de la superestrella


Si no podemos ponerle fin a la droga del placer empaquetada en restricciones de plástico, volvemos a la pregunta del principio, ¿Por qué Bad Bunny quiere dejar de ser famoso? Es irónico que el género que más ha explotado la estética hedonista sea también el género donde la autoconciencia aflora, ya que Bad Bunny no es el único que ha reflejado esto, ya C.tangana con su Llorando en la limo (2018) o EL MADRILEÑO (2021) elabora una narrativa alrededor de su personaje, que, cansado de la fama, la acepta de forma cruel e irónica, llegando incluso a un punto entre pesimista y cínico, un “es lo que hay” que duele. Incluso Peso Pluma en 14-14 (2024) reitera lo dicho:


Dios, no quería desvelarme, y aquí ando en el desmadre

El alcohol ya no siento, las drogas no hacen ni madres […]

Me escondo el rosario bajo de la camiseta para envenenarme

Pa' no sentirme culpable

Porque pase lo que pase, el jefe va a perdonarme


Así, el privilegio de la superestrella es la conciencia de su propia condición de estrella. Muchas veces, se suele primar en los famosos el que no pierdan el suelo, que se sigan manteniendo fieles a su esencia, que no olviden de donde vinieron. Empero, se requiere un distanciamiento verdaderamente radical de la realidad como en el caso de las superestrellas, para poder darse cuenta en el paraíso artificial en que están parados. Por más que una estrella de media línea vaya comúnmente a su barrio a regalar juguetes o creer que son autosuficientes por crear sus empresas de medio pelo, siguen obedeciendo a los estándares del héroe de calle, el dador de sustento a su comunidad al haberse superado ( mismo modelo que sigue el narco, por cierto). Modelo que prodiga la funcionalidad del vicioso, más no del adicto, pues al famoso no se le patologiza al ser parte funcional del engranaje del capital, aun cuando este sea destruido durante su vida útil


  1. Conclusión


Hemos visto cómo la fama opera en los procesos de hiperrealidad, dotando de una cualidad inexistente a los sujetos estrellas, como estos se ven privados de la libertad que su propia producción generar fuera de los confines del centro que es la “totalidad del mundo” . Siendo que los únicos individuos dentro de este infierno de disqueras multinacionales que se pueden salvar son las superestrellas internacionales, esto al estar tan alejados de las experiencias auténticas del mundo, que son capaces de reconocer su condición, cabe la pregunta ¿Pueden hacer otra cosa, o simplemente seguirán una narrativa de genio supremo? Los Beatles algún día fueron el pináculo de la cultura pop, pero ¿Qué hicieron con ello? Quizás Bad Bunny representa el grito de una generación que harta de los placeres artificiales busca una conexión real en este cementerio de electricidad y máquinas. Tal vez cosas como el Cyberpunk o cualquier distopía sea la utopía que el ánimo postapocalíptico necesita. La completa extensión de la máquina, el cese de sus operaciones para así habitar sus ruinas, de hacer con sus circuitos y redes en desuso un hogar. 

La música de hoy sea el género que sea, está mediada por el retoque digital, pero lo es desde sus inicios populares, la electrónica infesta hasta a los propios instrumentos acústicos ¿qué es una guitarra sino un artefacto tecno orgánico que levita entre la acción humana y la programación para la modificación de una onda? Así estamos más cerca de encontrar sentimientos en las máquinas que un pasado inerte al cual ya no podemos regresar dadas nuestras condiciones materiales. 


En este desierto, es una victoria en favor de nuestra emancipación del capital el que los conceptos se vuelvan formas, que las superestrellas sean conscientes de su posición es como si las máquinas adquirieron conciencia de su condición de máquinas, como cuando en Matrix Neo sale de la simulación, así estos heraldos son los únicos que pueden ser reflejo de esta realidad otra que es la fama y el espectáculo. Solo a través de su obra podemos despertar nosotros que les espectadores de la hiperrealidad, pudiendo sanar el trauma que la modernidad ha dejado en todos nosotros. 


Bibliografía Principal 

Guy Debord, La sociedad del espectáculo. Pretextos: Valencia, 1967.

Jean Budrillar, Cultura y Simulacro. Kairós: Barcelona, 1978.

Mark Fisher, Los Fantasmas de mi Vida. Buenos Aires: Caja Negra, 2013.

Bibliografía complementaria 

Georges Bataile, Teoría de la religión- El culpable. Barcelona: Taurus, 1973.

Referencias de productos audio visuales

Babylon. Dirigida por Damien Chazelle. Paramount Pictures, 2022.

C. Tangana. El Madrileño. Sony Music, 2021.

Peso Pluma. "14-14." Éxodo. Double P Records, 2023.

 
 
 

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